Ya un año pasó desde la primer entrada que publiqué. ¿Algo cambió? Lamento decir que no. Claro que hubieron momentos buenos en los que podría decirse me sentí "bien". Momentos en los que la parte oscura no invadía la totalidad de mis pensamientos. Pero esos momentos fueron pasajeros. Los malos siempre regresaron. Siempre se quedaron conmigo más tiempo que los buenos.
La soledad nunca se fue. Al contrario, sigue acá conmigo. La siento más cerca que nunca. Siempre su presencia fue fuerte.
La vergüenza e inseguridad tampoco me abandonaron. Las siento dentro mío cada vez que me miro al espejo, cada vez que me visto, cada vez que salgo a la calle, cada vez que hablo con alguien, cada vez que me ubico bajo sus miradas.
El rechazo y el odio son parte de mi. Me recuerdan cada día que yo no soy como los demás, que yo no puedo, yo no sé.
La tristeza aparece en las noches. Cuando me acuesto y soy yo y mi conciencia. Yo y los recuerdos del día que pasó. Y el reproche de haber dejado pasar un día más así.
El miedo merodea cuando pienso en mi futuro. Cuando empiezo a imaginarme en 10, 20, 30 años. Cuando entiendo que no va haber 10, 20, 30 años. Cuando entiendo que no voy dejar que eso pase. Que no voy a sentarme a ver cómo me convierto en algo peor que lo que hoy soy.
Tiempo, días, meses, años. Cuántos más quedarán. ¿Cuántos más serán igual a este último año? ¿Cuántos más pasarán igual? ¿Cuántos más se me esfumarán de mis manos? ¿Cuántos mas voy a ver pasar delante de mis ojos? ¿Cuántos más voy a seguir diciendo "no puedo"?